Las reflexiones de Sabrina Gil, historiadora e investigadora del Conicet sobre el rol del arte en este contexto de encierro y pandemia.
¿Cuál es el rol que juega el arte en los más de 100 días que llevamos de cuarentena? ¿Es real que consumimos más arte? ¿Todo el arte puede llegarnos de manera virtual? Las respuestas a estas preguntas y otras reflexiones llegan de la mano de Sabrina Gil, becaria del CONICET y especialista en lenguajes artísticos.
Ni bien se inauguró el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) surgió el discurso sobre la importancia del arte para mejorar la situación y “aprovechar” el tiempo.
Esto incluía leer libros atrasados o bien visitar desde el sillón museos lejanos, reflexiona Sabrina Gil, historiadora, Doctora en Letras y Especialista en Lenguajes Artísticos, becaria postdoctoral del CONICET, que trabaja en el Centro de Letras Hispanoamericanas.
Sin embargo, tras ese argumento hay una demanda de productividad a las personas que estamos atravesando una situación excepcional, parece obligatorio hacer algo productivo con nuestro tiempo, debemos instruirnos, “cultivarnos”, aprender algo nuevo y además ponernos en forma, reflexiona Gil.
El poeta Paulo Leminski denominó a esto la “dictadura de la utilidad” burguesa, que no puede consentir que la distribución de nuestra vida privada en tiempo de trabajo y de ocio esté suspendida, y el consumo de arte en cuarentena viene a ser un intento por restituir el orden de lo cotidiano, una narrativa cuyo sentido es la utilidad, la productividad.
El arte puede ser consumido de manera virtual, asegura Sabrina, con ajustes mayores o menores según el caso, incluso hay mucha producción artística pensada para su circulación y consumo en internet. Hay producciones que al llegar a través de una pantalla suponen una experiencia perceptiva muy diferente, por tanto los efectos que provoquen también serán distintos.
Esto no necesariamente tiene que ser visto como una pérdida, sino como una manera alternativa de acercarse a una experiencia estética determinada y de carácter alternativo. Pero, ¿puede existir el teatro sin esa comunidad en pequeña escala que se forja en cada función y que Dubatti coloca como la base misma de la teatralidad? Probablemente no, no estaremos en el mismo espacio, pero podemos capturar el conjunto de la puesta en escena sin un movimiento de ojos, podemos pausar y retroceder y aprender a percibir otro lenguaje que es el de la realización audiovisual que media y propone otra lectura de la obra.
En las artes visuales consumidas virtualmente no se apreciará la materialidad, pero abre nuevas posibilidades como poder hacer zoom hasta que una pintura realista parezca abstracta. Se pueden armar recorridos propios, díscolos en relación con los guiones curatoriales, abriendo muchas pestañas en el navegador, yendo de una obra a una búsqueda en internet sobre lo que nos llame la atención de ella y de vuelta a la obra o a otra o al universo de relaciones que produzcamos desde ahí, reflexiona la investigadora.
Muchos museos permiten el acceso digital a sus colecciones y la descarga de catálogos, lo mismo hicieron las editoriales o los teatros que ofrecen espectáculos en video.
“Si bien, como fenómeno eso es muy bueno, yo me arriesgo a pensar que lo sobreestimamos y que, en buena medida, quienes acceden a todas esas formas de consumo artístico adaptadas a la crisis sanitaria, son las mismas personas que lo hacían antes, de las maneras tradicionales”, explica la especialista.
Es más fácil, en general, pensar en la adaptación de la literatura y el cine, aunque también existe y pone de manifiesto cambios, no sólo en el consumo, sino en la circulación, como la descarga, el streaming, los vivos de Instagram, que no inician con la cuarentena, pero que, en cierta forma, se potencian y se promueven, cuando en otros contextos son combatidos.
Varias editoriales y plataformas abrieron sus catálogos para descargas gratuitas de algunos títulos, generando un debate interno sobre la piratería y los derechos de autor, ya que el costo de esa generosidad resulta un perjuicio para autores que dejan de percibir sus regalías.
Respecto a la forma en que los museos y salas podrían volver a la presencialidad, la especialista cuenta que en este momento se está haciendo un ciclo de conferencias online organizado por museos públicos y privados, cuyo eje, precisamente, es el desarrollo de estrategias de cara a la post-pandemia.
En este sentido, algunos países que están saliendo de sus cuarentenas nos sirven como “ensayos” para pensar opciones en el corto y mediano plazo, que incluyen reducción de la capacidad habitual de las salas, sistemas de ventilación, rotación de público, eliminación o remplazo de materiales de uso común, entre otras ideas. Todo lo que supone inversiones que no todas las instituciones pueden costear.
Además de las cuestiones preventivas, Gil advierte que la agenda post pandemia inmediata debe tener en cuenta la situación de quienes se dedican al arte y la cultura, cuya precariedad ha quedado en evidencia, una vez más. Si bien se están promoviendo nuevas formas de organización e iniciativas colectivas, como el bono solidario para teatristas, la organización de artistas visuales en un sindicato, los pedidos de subsidios al Estado, talleres por videoconferencia o la organización de ciclos artísticos, exposiciones y espectáculos por redes sociales.
El trabajo de Gil se centra en el cruce entre artes visuales y literatura en la producción cultural latinoamericana, particularmente en la producción del artista argentino Xul Solar, quien monta en sus acuarelas palabras en neocriollo, idioma que inventó para la confraternización entre los países hispanohablantes de la región y Brasil. Estudió la configuración en imágenes interferidas por la escritura de un discurso destinado a la unidad latinoamericana, en un contexto marcadamente nacionalista, motivada por la curiosidad que le produce la obra del artista.
Más allá del contexto particular actual, Gil explica que es necesario avanzar hacia una revalorización social de las materias artísticas y en el reconocimiento del inmenso trabajo de la docencia, que no sólo tiene que estar vinculada con que “el arte hace bien”, sino con la importancia de las materias artísticas en la formación de la infancia y la juventud. Ya que éstas estimulan la sensibilidad estética y sensorial, la autopercepción del cuerpo y del espacio, la creatividad en todas sus formas, la vinculación grupal. Es decir, porque permiten aprendizajes nodales para el desarrollo integral de una persona y, en este sentido, no se distinguen del resto de las materias.
“Me parece que el arte está jugando un rol extraordinario en otros sentidos, porque la situación propicia un despliegue inusitado de la imaginación de futuros, de mundos. La crisis sanitaria ha puesto en nuestro vocabulario cotidiano palabras como pandemia, cuarentena, fases. Excepto especialistas la mayoría de la población sólo podemos darle sentido a estas expresiones remitiéndonos a las narrativas pos-apocalípticas, el cine de zombies o de invasiones extraterrestres contamos principalmente con un repertorio de novelas, cuentos y películas para intentar darle sentido a la realidad. Los relatos sobre el orden de lo cotidiano parecen nutrirse del orden de la ficción, la experimentación con el lenguaje se desborda desde el arte a las conferencias del presidente y las imágenes del noticiero no hacen eco en otros noticieros que hayamos visto sino en escenas de Soy leyenda o en la pintura metafísica de Giorgio de Chirico. La realidad nos lleva hoy al terreno del arte”, concluye la investigadora.
Artículo escrito por el Departamento de Comunicación CONICET Mar del Plata.